Viaje al interior. Recuerdos íntimos, miedos y esperanzas.
Artista en residencia . La Mansarda . Octubre 2013
Tardé en comenzar este viaje, en medio de una separación difícil y triste, comencé a intervenir fotos con tintas y timbres en forma de cartas, una especie de diarios abstractos con imágenes ... me siguen unas maletas antiguas con fotos, apuntes, tintas y objetos que voy coleccionando mientras viajo.
Fui invitado a Mérida para hacer una residencia durante 3 meses, dentro de una de las casas más bellas del Paseo Montejo, una de las casas gemelas como atelier: La Mansarda y una casita enfrente del mar en un pueblo de pescadores.
Los colores de la humedad, el trópico sensual e inquietante. La arquitectura colonial devorada por las raíces de grandes árboles sagrados ... olvidadas por casi todos para darle paso a una arquitectura mas simple y fría.
He podido escaparme a sitios arqueológicos, las rutas menos conocidas y explorar hermosos cenotes de la zona.
Descubro Mérida en una moto por las noches o en el amanecer, su extraña belleza que radica en el abandono. Sus cantinas, su comida, los ventiladores girando, el paso del tiempo suspendido, que inevitablemente me recuerda a mi tiempo en Cuba.
Me he bajado de taxis intempestivamente en Marruecos, El Cairo, Estambul, La Habana y en lugares tan cercanos como la costa de Oaxaca para observar los mángales viejos atrás de una barda carcomida por el tiempo y la humedad …
Viaje o fuga geográfica buscando el jardín salvaje, el rincón que te recuerda paraísos pero que no estas seguro sí realmente existieron … como cuando intoxicado por el mezcal los encontré mas de una vez.
Muchas veces las veo en sueños … son bardas viejas, logro distinguir una palmera antigua atrás … o muchas, inmediatamente siento una especie de alivio, una emoción y deseo entrar, estar ahí.
Ese lugar misterioso y abandonado en el que crecí.
